Defensa y promoción, Derechos humanos, Igualdad de género, África

Pasa el micrófono: La perspectiva de una sobreviviente con respecto a la manera en que las matronas pueden ayudar a acabar con la mutilación genital femenina  

ICM
7 febrero 2025

La mutilación genital femenina (MGF) incluye todos los procedimientos que implican alterar o lesionar los genitales femeninos por razones no médicas y está reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos, la salud y la integridad corporal de niñas y mujeres. Más de 200 millones de mujeres vivas en la actualidad han sido sometidas a esta práctica nociva, con graves consecuencias físicas, emocionales y sociales. 

Las niñas sometidas a MGF sufren complicaciones a corto plazo, como dolor intenso, shock, hemorragia excesiva e infecciones, así como consecuencias a largo plazo para su salud sexual, reproductiva y mental. 

Aunque se practica principalmente en 30 países de África y Oriente Medio, la MGF es un problema universal y también se lleva a cabo en algunos países de Asia y América Latina. 

El Día Internacional de Tolerancia Cero con la MGF, que se conmemora anualmente el 6 de febrero, amplifica las voces de las sobrevivientes y sensibiliza e inspira acciones para ponerle fin a esta práctica. Nos recuerda que la lucha contra la MGF consiste en garantizar la dignidad, la igualdad y la autonomía de todas. 

Para resaltar la urgencia de este asunto, pasamos el micrófono a Catherine Chacha, matrona, enfermera y apasionada defensora de su país, Kenia. Como sobreviviente de la MGF, Catherine desafía las normas culturales perjudiciales y comparte sus ideas sobre cómo los profesionales de la salud y las comunidades pueden lograr la tolerancia cero frente a esta práctica. 

Pregunta: Cuéntenos su historia y cómo se convirtió en defensora contra la MGF. 

Me llamo Catherine y soy del condado de Migori, Kenia. Soy enfermera matrona y estoy terminando un máster en epidemiología de campo. Me convertí en defensora y promotora en contra la MGF por mi experiencia personal como sobreviviente. 

Fui sometida a la MGF a los 12 años. En aquella época, mis padres vivían en una zona urbana y tenían una buena educación, pero la decisión de someterme a la mutilación estuvo influida por mi abuela, que tenía un gran poder en nuestra familia. Ella dispuso que el procedimiento lo realizara un profesional sanitario, creyendo que así sería más seguro. Sin embargo, la MGF es violencia sin importar cómo ni dónde se practique. La experiencia fue físicamente dolorosa y emocionalmente traumática, y me dejó cicatrices que aún conservo. 

Cuando empecé mis estudios de enfermería y partería, dudaba en compartir mi historia. Temía que mis compañeros pensaran mal de mí o me juzgaran, y el estigma que rodea a la mutilación genital femenina hacía aún más difícil abrirme. Pero a medida que avanzaba en mis estudios, me di cuenta de que este problema está demasiado extendido y es tan vergonzoso que necesitaba una voz. Decidí alzar la mía para que otras se sintieran capaces de hacer lo mismo. 

Cuando me di cuenta, juré romper el ciclo. Mis hermanas menores no sufrieron la MGF porque mi familia y yo nos opusimos firmemente a ella. Este compromiso, junto con mi trabajo, ha impulsado mi defensa y promoción para la erradicación de la MGF. Utilizo mi voz para educar, apoyar a las sobrevivientes y cuestionar las normas culturales perjudiciales que sustentan esta práctica. 

Pregunta: ¿Cuáles son las principales ideas erróneas sobre la MGF y cómo afecta a las mujeres y niñas de todo el mundo? 

Una de las mayores ideas erróneas es que la MGF es un rito cultural de iniciación que define la feminidad. Sin embargo, la cultura no debe ir en detrimento de la dignidad y los derechos humanos. La MGF causa dolor intenso, complicaciones de por vida y traumas psicológicos.  

Otro mito es que la MGF es necesaria para poder casarse. En muchas comunidades, se cree que mejora las perspectivas de una niña demostrando su pureza o reduciendo su libido. Pero esto no es cierto.  

Por último, algunas personas creen que la MGF es menos dañina cuando la realiza un profesional sanitario. Esto no es cierto. La medicalización no hace que la MGF sea segura y sigue siendo una violación de los derechos humanos, causando inmensos daños físicos y emocionales. 

Pregunta: ¿Por qué considera que la MGF no es solo un problema de salud, sino de igualdad de género? 

La MGF socava la dignidad y la autoestima de las mujeres. El acto de la mutilación se realiza a menudo en público, despojando a las mujeres de su intimidad y autonomía. Esta suele practicarse muy pronto en la vida de las jóvenes, transmitiendo el mensaje de que es aceptable que otros tomen decisiones sobre el cuerpo de la mujer desde el principio. 

Más allá de los efectos negativos sobre la salud física, la MGF también perpetúa ciclos más amplios de desigualdad de género. Expone a las niñas al matrimonio infantil, los embarazos precoces y la falta de poder económico. Estas desigualdades limitan su capacidad para alcanzar sus metas y contribuir significativamente a la sociedad. Acabar con la MGF es tomar partido por la igualdad de género y los derechos humanos de todas las mujeres y niñas. 

Pregunta: ¿Qué papel pueden desempeñar las matronas y otros profesionales sanitarios para acabar con la MGF? 

Las matronas y enfermeras son fundamentales en esta lucha porque son figuras de confianza en sus comunidades. Ellas están en una posición única para hablar con las familias sobre este tema desde antes de la concepción, proporcionándoles las herramientas y los recursos necesarios para tomar decisiones con conocimiento de causa. 

Un enfoque clave es la comunicación centrada en la persona, lo que significa relacionarse con los individuos en función de sus contextos culturales y sociales específicos. En lugar de imponer mensajes generales, las matronas deben escuchar las razones que las familias tienen para seguir practicando la MGF y refutar de manera gradual esas creencias con empatía y pruebas. 

Las matronas también tienen la responsabilidad de abogar por la tolerancia cero dentro de su propia profesión. Por desgracia, algunos profesionales sanitarios siguen perpetuando y legitimando la MGF mediante la medicalización. Tenemos que asegurarnos de que las matronas y todos los profesionales sanitarios entienden que la MGF no tiene ningún beneficio médico y que practicarla viola tanto la ética profesional como los derechos humanos. 

Pregunta: ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a los gobiernos, organizaciones y particulares que trabajan para erradicar la MGF? 

Tenemos que ir más allá de la norma y emprender acciones audaces e innovadoras. En primer lugar, hay que invertir en enfermeras y matronas como agentes clave en esta conversación. Sus voces y su experiencia son inestimables para llegar a las comunidades. 

En segundo lugar, involucrar a las sobrevivientes en los esfuerzos de defensa y promoción. Sabemos dónde duele más y podemos aportar perspectivas únicas a la lucha contra la MGF. Hay que apoyar a las redes de sobrevivientes para que amplifiquen sus historias y orienten a las jóvenes para que se resistan a esta práctica. 

Por último, hay que encauzar en los enfoques centrados en la comunidad. Escuchar a la gente, comprender sus contextos culturales y abordar sus preocupaciones con compasión y respeto. Las políticas y las leyes son importantes, pero deben ir acompañadas de medidas prácticas donde se origina esta problemática. Juntos podemos garantizar que ninguna niña se convierta en una estadística más.